Hace unos días en una entrevista me preguntaron, «¿Cuántos estrellas Michelín tenéis en el proyecto colaborando?
Mi respuesta fue bastante tajante; «Todos y cada uno de los restaurantes que cocinan, o han cocinado, tienen nuestra máxima admiración y respeto. Es decir como si tuvieran 3 estrellas».
A todxs y cada uno de esas personas hay que respetarlas, hay que admirarlas, hay que ir a comer, cenar o desayunar cuando todo esto pase y podamos volver a la «normalidad».
Colaboran con nosotrxs restaurantes de todo el mundo prácticamente, desde cocina italiana, japonesa, cocina tradicional, mediterránea, fusión, y hasta una estrella michelín.
Pero prácticamente todos ellos tienen algo en común que son restaurantes de barrio, restaurantes en los que sus propietarixs se levantan cada día pensando en su restaurante, en sus vecinos, en sus clientes, en sus menús de mediodía, en que «el de la carne» no ha venido todavía. En que si hemos subido el último story a Instagram o que…. . Y todxs se van a dormir, tarde, dándole vueltas y pensando en su restaurante, en que hoy no pasó «El Josep, ¿estará bien?, que las lentejas con cúrcuma y ají, parece que quedaron ricas, que «el de la carne» vino, por fin, pero se olvidó la llata para hacer el fricandó y se nos van a pasar los moixernons.
Cada uno tiene su historia detrás y por delante. Una historia sin duda marcada con un antes y un después a partir de la pandemia de Covid19 de Barcelona, de su barrio, de su calle, de sus vecinos.
Cada día conocemos alguna de esas historias, y de hecho en parte, este blog y estos posts van dirigidos a dar a conocer sus historias.
Una de esas historias sin duda es la de un pequeño restaurante de Delivery de Gràcia que se llama Les tres a la cuina. Las tres son Paqui (Madre), Sara (Hija) y Nacho (hijo). Un restaurante de esos del 90% que decíamos antes, es decir un restaurante de barrio.
Les tres a la cuina nos ha robado el corazón a más de un@, al igual que muchos otros, que iremos descubriendo durante estos días. Y aparte de que nos lo haya robado por su gente y por su cocina, nos lo ha robado del todo cuando nos enteramos que una vez habían cerrado y que la situación económica era insostenible, los vecinos del barrio, es decir el «Josep, la Mari y la Clara» (por poner unos nombres así al tumtum, tumtum de las 1:15 am) se dedicaron a recaudar dinero para que la Paqui, la Sara y el Nacho pudieran seguir cocinando. Pero no que volvieran a abrir y que pudieran cocinar para intentar remontar económicamente, sino que ellxs 3 prefirieron en su momento seguir cocinando para nosotrxs y poder dar sus raciones para el personal sanitario. Para personas que no conocen de nada, que posiblemente no conozcan nunca, pero que su criterio y su corazón les han dicho que debían hacerlo así.
Una de esas historias maravillosas, que hacen que si ahora mismo 1:23 am me llama o me escribe (la) Sara pidiéndome que le hace falta margarina, o aceite o bayas de Goghi, y somos capaces de remover cielo, mar y tierra para encontrarlo, y no de un tipo, clase, marca o formato, sino que podemos llegar a ofrecerle varios diferentes. Y si no me creéis preguntarle a ella, veréis qué os dice.
¡Gracias por ser parte de esta GRAN familia!